VI Jornada Mundial de los Pobres

11.11.2022

El próximo domingo se celebrará la Jornada Mundial de los Pobres. Celebrar un día mundial o una Jornada mundial se ha convertido en algo cotidiano. En este mes de noviembre, sin ir más lejos, hemos celebrado -aunque ustedes no lo sepan- el Día Mundial contra la Neumonía, el Día Mundial de los Sistemas de Información Geográfica, el Día mundial de los vendedores ambulantes, el Día Mundial del Saneamiento o Retrete o el Día Internacional de la Mujer Emprendedora. Satura un poco. Son días que se instauran con el fin de, a través de los medios y las redes, llamar la atención sobre un determinado problema o sobre un colectivo de personas. Con frecuencia, para la mayoría de la gente, no supone más que pensar por un momento en esas situaciones y después volver a nuestra vida cotidiana.

Si la Jornada Mundial de los Pobres fuera en esa clave, las personas creyentes, durante ese día, pensaríamos un poco en quienes son más pobres para volver luego a nuestros asuntos. O tal vez aprovecharíamos para hacer un gesto de limosna en ese día.

Pero esta Jornada no va de eso. No va de las personas más pobres, que celebran su día. Esta Jornada va de nosotras. De usted que lee esto y de mí, que lo escribo. De creyentes de a pie. Va de  nuestras comunidades cristianas. No es la exaltación de la pobreza ("¡pobrecitos pobres!"). No es un llamamiento a la limosna. No es un recordatorio a dirigentes políticos insensibles para que se acuerden de las personas más pobres. Es una llamada a todos y a todas. Y se nos llama a tres cosas:

  • A dar una respuesta personal y comunitaria, pues «mientras más crece el sentido de comunidad y de comunión como estilo de vida, mayormente se desarrolla la solidaridad».
  • A ser comunidad de vida y de bienes, en la que «el amor recíproco nos hace llevar las cargas los unos de los otros para que nadie quede abandonado o excluido», compartiendo lo que tenemos con quienes no tienen nada, pero acogiendo, al mismo tiempo, lo que nos puedan aportar: su trabajo, su pensamiento, su forma de hacer y de entender la vida.
  • A ser comunidad de acción porque «la preocupación por los pobres y por la justicia social» es «un compromiso que nos afecta a todos» y, por tanto, «nadie puede sentirse exceptuado».
Ya lo ven. El llamamiento es a cada quien personalmente, pero va dirigido también a nuestras comunidades cristianas, sean estas grandes o pequeñas, fuertes o débiles, numerosas o raquíticas. La invitación consiste en integrar a cada persona en la comunidad cristiana. No en alimentar una diferencia entre las personas pobres y las buenas, que ayudan. Eso tal vez tranquiliza algo nuestra conciencia.


Como dice el Papa «la Jornada Mundial de los Pobres se presenta también este año como una sana provocación para ayudarnos a reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre tantas pobrezas del momento presente». Y, si leen bien el Mensaje tal vez sientan esa provocación. Yo la he sentido, vaya si la he sentido. Por ejemplo, cuando leo esto: «Frente a los pobres no se hace retórica, sino que se ponen manos a la obra y se practica la fe involucrándose directamente, sin delegar en nadie. A veces, en cambio, puede prevalecer una forma de relajación, lo que conduce a comportamientos incoherentes, como la indiferencia hacia los pobres. Sucede también que algunos cristianos, por un excesivo apego al dinero, se empantanan en el mal uso de los bienes y del patrimonio. Son situaciones que manifiestan una fe débil y una esperanza endeble y miope».

Yo me pregunto ¿Qué signos de relajación encuentro en mi vida? ¿En quién delego el contacto real y cotidiano con los pobres? ¿Cuánto me aleja de los pobres el "hacer retórica" sobre ellos? Preguntas incómodas. Eso es la Jornada Mundial: un domingo incómodo.

Justicia y Paz lucha contra esa la pobreza que mata que «es la miseria, hija de la injusticia, la explotación, la violencia y la injusta distribución de los recursos. Es una pobreza desesperada, sin futuro, porque la impone la cultura del descarte que no ofrece perspectivas ni salidas». Pero el mensaje del Papa habla también de otra pobreza, una que libera, que «se nos presenta como una elección responsable para aligerar el lastre y centrarnos en lo esencial». Otra verdad incómoda: a mayor austeridad responsable en mi vida, más disposición para acoger a la gente pequeña y sencilla. Por eso la Jornada Mundial de los Pobres no debe ser ocasión para ver a estas personas como objeto de nuestra ayuda o nuestra atención. «Los pobres, en realidad, antes que ser objeto de nuestra limosna, son sujetos que nos ayudan a liberarnos de las ataduras de la inquietud y la superficialidad». Porque «no es el activismo lo que salva, sino la atención sincera y generosa que permite acercarse a un pobre como a un hermano que tiende la mano para que yo me despierte del letargo en el que he caído».

Como miembros de la sociedad civil necesitamos acercarnos a quienes más sufren, abrir nuestros tiempos y espacios para acoger. Y como discípulos de Jesús llevamos marcada la opción por las personas más pobres, que Él hizo y a la que la Iglesia nos invita. Una misión que llena de sentido y felicidad toda una vida, ¿no les parece?


Francisco Prat, Cáritas española