Ser cristiano hoy
Como personas y familias cristianas no es nada fácil, en los tiempos que corren, vivir de modo coherente los valores evangélicos. Vivimos en una cultura dominante que abraza otros valores que no pocas veces son anti-valores como el consumismo, el hedonismo y el egoísmo con sus mil caras. Palabras como esfuerzo y disciplina han perdido mucho de su significado en grandes sectores de la sociedad donde reina la idea errónea pero no menos extendida de tener solamente derechos y no obligaciones.
En medio de este panorama muchos cristianos viven algo anestesiados o "hechizados" así como si viviesen en un parque de atracciones. Esta "oferta de felicidad" tiene como consecuencia acomodarse en la vida, no tener grandes ideales y tampoco ejercer una responsabilidad o compromiso en el campo del voluntariado social por ejemplo. Aún más grave es que finalmente muchos se convierten en "ovejas perdidas", andando desorientadas por el mundo, buscando frenéticamente sentido en la vida precisamente donde no lo hay, obsesionadas por llenar el vacío que sienten en su interior en una carrera que no va a ningún lugar.
Es hora que dejemos atrás este cristianismo descafeinado en que estamos instalados. Hay que abrir los ojos como Jesucristo abre los ojos a los ciegos en el Evangelio y descubrir el gran don del Evangelio y toda la Palabra de Dios que rige bien la vida y nos pone en el camino de los valores del Reino de Dios, el camino de la justicia y la paz, aceptando la invitación de Cristo de seguirle. Esta Palabra de Dios nos revela los muchos motivos para convertirnos y luchar por la justicia y la paz en este mundo tan dividido y herido por injusticias de cualquier tipo. Un filósofo de la India (Krishnamurti) observaba hace casi un siglo y unos años después de la Revolución Rusa que la única revolución posible hoy en día es la revolución de la conciencia. Entre las muchas cosas que aporta el Evangelio es precisamente esta revolución mental o conversión personal y comunitaria la que el mundo actual necesita. Una revolución inaudita y pacífica que no excluye a nadie y nos pone en marcha, nos anima a no aceptar pasivamente la realidad de tantas miserias humanas, consecuencia del pecado personal y social. Sin duda muchas personas cristianas anhelan en la profundidad de su corazón la necesidad vital de poner en práctica un nuevo o renovado seguimiento de Cristo, pero a menudo se frenan como el joven rico en el Evangelio. El seguimiento de Cristo cada vez más fiel y profundo no obstante arrancará el egoísmo, la injusticia, el sinsentido y el orgullo en nuestras vidas; llenará el vacío que sentimos tantas veces y nos convertirá en seres más libres y más felices. Una libertad y felicidad que muchos no entienden, incluso ridiculizan o combaten, por estar atados a la oferta de felicidad mencionada arriba y ofuscados por un falso progresismo.
En vez de tener una vida cristiana tibia, indecisa, pasiva hasta superficial y moralmente indiferente, sin referencias serias salvo la autorreferencialidad que produce un efecto que el escritor francés Georges Bernanos describe como "instalarse cómodamente bajo la cruz de Cristo", el seguimiento verdadero eliminará esta dualidad de estar en dos orillas y "servir a dos señores" (cf. Mt 6,24).¿Queremos ser visiblemente sal y luz en la sociedad (cf. Mt 5, 13-16) con todas sus consecuencias o ser más bien "pseudo-cristianos" que viven escondidos en la zona del confort "sin percibir las razones para luchar e , incluso, no saber si hay que luchar" (Albert Camus)?
Ser cristiano hoy sobre todo significa darse cuenta en profundidad de las exigencias y de la belleza del seguimiento de Cristo, entrar en un proceso de conversión y contribuir activamente a la construcción de una civilización de amor.
Ton Broekman, Justicia y Paz diócesis de Palencia, consejero CGJP