La paz es fruto de la justicia
Declaración de las secretarías generales de las comisiones de Justicia y Paz Europa. 14 y 15 de mayo de 2022 en Szombathely (Hungría)
El 24 de febrero de 2022, el gobierno ruso lanzó una invasión brutal y no declarada de Ucrania. Al igual que muchos actores de la sociedad civil, Justicia y Paz Europa condenó inmediatamente la agresión rusa[1]. Hoy, como secretarios generales de las Comisiones de Justicia y Paz en Europa reafirmamos, sobre la base de nuestros valores y convicciones cristianas, que si bien la diplomacia sigue siendo esencial, algunos principios no son negociables, en particular el respeto a la dignidad de todo ser humano, la universalidad e indivisibilidad de los derechos humanos y el imperativo de no agresión, que es la base de la coexistencia pacífica.
No se puede establecer una paz justa[2] privando a las víctimas de sus derechos y recompensando al agresor por violar los principios fundamentales del derecho internacional. Todos los crímenes de guerra y violaciones del derecho internacional humanitario deben ser procesados de forma coherente como condición previa para la curación y la reconciliación. La doctrina social católica sobre la paz apoya explícitamente el derecho individual y colectivo a la autodefensa consagrado en el derecho internacional[3]. Esto también incluye el derecho del Estado agredido a solicitar el apoyo de terceros para asegurar su defensa. Por tanto, desde nuestra perspectiva, el derecho de Ucrania a defenderse es indiscutible y todas las entregas de armas que permitan su defensa en el marco de los imperativos de proporcionalidad y el derecho internacional humanitario son legítimas.
Como Comisiones de Justicia y Paz en Europa, es nuestra tarea acompañar estos desarrollos con discernimiento. Queremos subrayar que los medios militares, por sí mismos, no pueden traer una paz duradera. Conllevan grandes riesgos de escalada. Por lo tanto, es esencial evitar la retórica de la guerra y mantener los esfuerzos diplomáticos multicanales y multilaterales. Además, las decisiones sobre la entrega de armas deben ser estrictamente de último recurso, basadas en los derechos humanos y los principios humanitarios. Los intereses económicos de la industria armamentística no deben interferir. La resolución y la prevención de conflictos, así como el desarme, deben seguir siendo objetivos en el futuro.
Como países europeos, debemos reconocer nuestra parte de responsabilidad en esta grave situación. Hemos ignorado en gran medida las advertencias de varios países vecinos de Rusia sobre la amenaza de agresión, así como la destrucción y las catástrofes humanitarias en Chechenia, Georgia y Siria. Los esfuerzos para avanzar en mecanismos conjuntos y eficaces de desarme y control de armas a nivel mundial han sido insuficientes.
Además, los países europeos deben reconocer que en otros contextos y con el telón de fondo de presuntos intereses económicos, hemos descuidado los derechos humanos fundamentales y el desarrollo humano integral. En general, en lugar de aumentar nuestros esfuerzos para una transformación socioecológica integral, que ya es necesaria debido a la aguda crisis climática, hemos aumentado nuestra dependencia de los combustibles fósiles incluidos los importados de Rusia. Por estas deficiencias, pedimos expresamente disculpas a nuestros hermanos y hermanas de Ucrania y de otros países. Es nuestra responsabilidad individual y colectiva cambiar este curso de acción tan rápida y consistentemente como sea posible.
Durante nuestro encuentro en Szombathely, la ciudad natal del de San Martín, en Hungría, las personas asistentes de las secretarías nacionales de Justicia y Paz de Europa, escuchamos impresionantes testimonios cristianos que pueden servirnos de modelo en estos tiempos difíciles: El beato János Brenner defendió la caridad y su profunda fe cristiana. Viviendo en la verdad, fue percibido como una amenaza por el régimen comunista húngaro y sufrió el martirio. El beato Vilmos Apor defendió a las personas más pobres y a las perseguidas durante toda su vida y dio su vida, cuando se interpuso en el camino de los soldados rusos, para salvar a las mujeres de ser secuestradas y violadas. El beato Ladislao Batthyány-Strattmann dedicó su vida a la vocación de atender como médico a las personas más pobres y abandonadas. El ejemplo de estos cristianos ante las pruebas e incluso la persecución puede inspirarnos a ser valientes en las medidas que tomamos para responder a la agresión y la guerra. Nos enseñan que no debemos tomar decisiones por miedo y complacencia, sino que, como personas cristianas, siempre estamos llamadas a centrarnos en primer lugar en quienes son más pobres y vulnerables.
Por tanto, nos comprometemos a trabajar sin descanso para responder a las necesidades, defender los derechos y por una Europa renovada. En la situación actual esperamos que:
- la guerra termine lo antes posible y que termine con una Ucrania libre, segura e independiente en sus fronteras reconocidas internacionalmente, un hogar para toda la ciudadanía, sea cual sea su idioma, su religión, su origen étnico o su nacionalidad.
- se preste ayuda suficiente a quienes se desplazan internamente y que los países de acogida de personas refugiadas tengan la resistencia de perseverar en su amable hospitalidad para que estas personas desplazadas de Ucrania reciban un acompañamiento continuo y generoso.
- más allá de Ucrania, nuestras naciones muestren una fuerte solidaridad con las personas y regiones del mundo más afectadas por la exacerbación de la crisis alimentaria mundial[4] y los máximos esfuerzos diplomáticos y de cooperación se comprometan inmediatamente para hacer llegar alimentos a quienes tienen hambre.
- desde Europa tengamos la sabiduría de situar sistemáticamente el alivio del sufrimiento por encima de las preocupaciones por nuestra propia prosperidad y seamos capaces de demostrar nuestra capacidad de recuperación y resistencia, al mismo tiempo que se comparte el esfuerzo equitativamente y el exceso de beneficios se utiliza para apoyar a las personas más pobres.
- quienes habitan Ucrania, con el apoyo internacional (CICR, OSCE, equipos conjuntos de investigación), tengan la fuerza necesaria para reunir pruebas e informes sobre las violaciones de las leyes de derechos humanos, los crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad; que obtengan los recursos para investigar y procesar a los autores, ya que los crímenes atroces no sancionados alientan y persiguen a los países durante generaciones.
- se recuerde debidamente a los muertos, civiles y militares de ambos bandos, y que se compense y atienda adecuadamente a las víctimas y familias supervivientes; que se preserve la memoria en un espíritu de reconciliación.
- en Europa se superen los temores a emprender una transición radical, personal y colectiva, hacia la descarbonización; y que los dirigentes de la Unión Europea aceleren el Green Deal, porque la desvinculación de las energías fósiles es esencial, no sólo para recuperar el margen de maniobra frente a Rusia y otros regímenes autoritarios, sino también para cumplir nuestras obligaciones con las generaciones futuras.
- quienes lideran la Unión Europea apoyen la reconstrucción de Ucrania y le concedan el estatus de candidato en el próximo Consejo Europeo de junio, teniendo en cuenta también las aspiraciones de otros países europeos, especialmente de los Balcanes Occidentales, de convertirse en miembros de pleno derecho, y que se inicie un proceso para una nueva arquitectura de seguridad reforzada colectivamente para Europa.
- las Naciones Unidas recuperan la fuerza suficiente para actuar como instrumento eficaz de resolución de conflictos y de diplomacia multilateral, que haga respetar la Carta de la ONU y el derecho humanitario a través del Tribunal Penal Internacional.
- donde los pueblos y la paz están amenazados por la agresión y la guerra, las Iglesias y sus representantes actuarán más estrechamente juntos y con otras comunidades religiosas por la justicia y la paz en el mundo.
- la extraordinaria fuerza de las oraciones ecuménicas por la paz siga siendo un rayo de luz en un mundo desgarrado por la guerra.
El Comité Ejecutivo y las secretarías generales nacionales de Justicia y Paz Europa
[1] Justicia y Paz hace un llamamiento a la paz y al alto al fuego inmediato en Ucrania.
[2] Recordamos lo que San Pablo VI escribió en el mensaje bis de la Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de 1972: "La paz es el fruto de la Justicia". Véase también el discurso de San Juan Pablo II ante la Asamblea General de la ONU el 5 de octubre de 1995 y su llamamiento al respeto de las diferentes culturas de cada nación en la encíclica Sollicitudo rei socialis, 15.
[3] Ver artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas.
[4] Antes de la guerra, Rusia y Ucrania representaban el 25% de las exportaciones mundiales de trigo. El conflicto ha ejercido una gran presión sobre la producción y el suministro de trigo y otros productos alimentarios. Empeora considerablemente la suerte de los 800 millones de personas que se calcula que padecen hambre y de los 2.000 millones que se consideran vulnerables desde el punto de vista alimentario.