Pasión, muerte y resurrección de Jesús hoy
Jesús no fue perseguido y crucificado por los enemigos de Dios, sino por los piadosos que se creían en posesión de la verdad divina. No le quitaron de en medio los revolucionarios zelotes sino las fuerzas del orden. No le mataron los barrabases, ni los samaritanos, ni los publicanos, ni las prostitutas.
A Jesús le mataron los poderosos de Israel:
El poder religioso: los sumos sacerdotes, escribas y fariseos.
El poder económico: los saduceos.
El poder político: el rey Herodes y el partido de los herodianos.
El poder militar del Imperio: Poncio Pilato y los soldados romanos.
Hoy diríamos que no le crucificaron las personas ateas, ni las enemigas de la patria, ni las comunistas, etc., sino los curas, las jerarquías eclesiásticas, los grupos religiosos y políticos ultraconservadores, el ejército y la policía.
¿Por qué le mataron? Le mataron porque se enfrentó a las falsas imágenes de Dios que utilizaban los poderosos de Israel, porque defendió que el culto que quiere Dios es el amor fraterno, porque defendió a los pobres y marginados, porque señaló que la justicia y la misericordia están por encima de toda ley,
La Semana Santa no es solo para recodar la pasión y muerte de Jesús sino para mirar a las personas crucificadas de hoy y preguntarnos ¿quiénes son estas crucificadas y quiénes crucifican a los cristos de nuestro tiempo? ¿Qué podemos hacer para que bajen de la cruz y que resuciten? Esto es lo que hoy espera Dios de cada persona.
La resurrección de Jesús se realiza cuando entramos en un proceso de liberación interior y nos abrimos al amor y al servicio hacia toda persona que sufre o está necesitada y marginada.
La resurrección de Jesús trasciende la historia, sin embargo, se realiza también en la historia en la medida que, con la energía de su Espíritu, avanzamos hacia la construcción de una nueva humanidad donde el amor venza al odio; donde el perdón venza a la venganza; donde la fraternidad venza al racismo y la xenofobia; donde el diálogo venza la fuerza de las armas; donde la paz venza la violencia; donde la libertad venza toda forma de opresión; donde la verdad venza las mentiras y fake news; donde el respeto a la naturaleza venza a la explotación irracional de sus recursos; donde la justicia venza la desigualdad; donde la esperanza venza el desánimo y la desesperanza; donde la vida venza a la muerte.
La resurrección de Jesús nos revela que la última palabra sobre la historia no la tienen quienes dominan el mundo, sino el Dios de la vida que resucitó al Crucificado. Jesús resucitado nos llama para que le sigamos en la misión de transformarnos personalmente y de transformar el mundo según el plan de Dios.
Fernando Bermúdez, Justicia y Paz Murcia.