Nuevo curso Covid-19: Incremento de demandas y desigualdad educativa

18.09.2020

La situación provocada por la COVID-19 ha roto con nuestra realidad y, de alguna manera, ha conseguido afectar, en un primer momento, a toda la población sin hacer distinción entre ricos y pobres. Sin embargo, el después sigue poniendo en evidencia la desigualdad que genera los distintos niveles de riqueza. Lo hemos comprobado durante la primera oleada de esta crisis sanitaria, que ya dejó al descubierto algunas de las necesidades y diferencias que se dan en los sectores sociales, laborales y económicos, así como en educación.

El estado de alarma conllevó que los centros educativos se trasladaran de las aulas a las viviendas de docentes y alumnado, provocando que se disparara la separación que existe entre las familias. En primer lugar, el confinamiento no se ha vivido igual en aquellas familias que habitan viviendas de reducidas dimensiones, que no cuentan con un espacio óptimo para el estudio o el trabajo de todos los miembros de la familia o incluso para la realización de tareas de psicomotricidad, o que no han tenido el respiro que ofrecía un balcón. También hemos conocido casos de familias que no cuentan con un ordenador para cada miembro de la familia, obligando a repartirlo a lo largo del día, incluso de la noche, o utilizando teléfonos móviles que en muchos casos no están preparados para llevar a cabo un proceso de aprendizaje online. La brecha digital ha planteado otro obstáculo con el acceso a Internet, del que no disponían todas las familias, limitando, por tanto, el acceso a la formación telemática, que incluso ha motivado la colaboración de la Guardia Civil para servir de puente entre docentes y alumnado. Son especialmente dolorosos estos casos en el alumnado joven, pero estas situaciones se repiten en la enseñanza de personas adultas, dificultando la posibilidad de completar una educación mínima y perpetuando situaciones de exclusión en los colectivos más desfavorecidos.

Tarde y de forma escasa, las administraciones educativas han dispuesto medios (dispositivos y conexión a internet) para ciertas situaciones del alumnado. Sin embargo, no ha sido suficiente. Algunos estudios hablan de que el 30% del alumnado español no ha dispuesto de los medios suficientes para continuar con su formación durante los meses del confinamiento [1].

El bien común implica que los Estados garanticen "servicios esenciales para las personas, algunos de los cuales son, al mismo tiempo, derechos del hombre: alimentación, habitación, trabajo, educación y acceso a la cultura, transporte, salud, libre circulación de las informaciones y tutela de la libertad religiosa" [2]. No cabe duda de que la prioridad es la protección sanitaria de la población, pero deben facilitarse los recursos suficientes para que el resto de estos derechos fundamentales no se vean afectados.

Podría parecer que la segunda oleada de coronavirus ha pillado por sorpresa a las administraciones, aunque en el profesorado llevamos esperando sus propuestas desde finales del curso pasado. En un primer momento logramos transformar una educación pensada para las aulas en una formación a distancia, en la que se unía la sensación de lejanía e impersonalidad a las elevadas ratios que impiden que podamos dedicar el tiempo necesario a cada estudiante. Posteriormente al agotamiento por la incertidumbre, compartido con toda la sociedad, se une la tardanza en la toma de decisión de medidas, la falta de escucha hacia las propuestas de la comunidad educativa. A las demandas tradicionales que se plantean (bajada de ratios, mayor atención para el alumnado con necesidades educativas específicas...) se suman ahora las inversiones obligatorias en medidas de protección en los centros educativos, así como los recursos necesarios para el alumnado que dispone de menos medios y la propuesta de medidas oportunas para conseguir una verdadera conciliación dentro de las familias.

Aunque parezca que el objetivo de la escuela es salvaguardar menores para permitir que sus padres y madres puedan dedicarse a su jornada laboral, desde el profesorado somos conscientes de la importancia que juega la educación en nuestra sociedad. En palabras del papa Francisco, "solo cambiando la educación, se puede cambiar el mundo" [3]. Para lograr esta transformación es necesario que ninguna persona, menor o adulta, se quede atrás en el proceso educativo. Y para conseguirlo, debemos poner la mirada en el bien común desde la esperanza, reconocer las prioridades y garantizar los derechos fundamentales, entre ellos, la salud y la educación.

Mª Cruz Hernández, consejera CGJP. Justicia y Paz Albacete

[1] Un tercio de los alumnos no sigue la educación a distancia durante el confinamiento. El Mundo, 04/06/2020.

[2] Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 166. Pontificio Consejo «Justicia y Paz», 2004.

[3] Francisco, a los docentes: «Sólo cambiando la educación, se puede cambiar el mundo». Periodista Digital, 25/06/2018