Los signos de los tiempos DeJP
La Comisión General de Justicia y Paz agradece los años dedicados en primera línea de responsabilidad a Isabel Cuenca Anaya. Comenzó su labor como miembro de Justicia y Paz de Sevilla y ha sido la cara visible de Justicia y Paz en España durante décadas, a la vez que formó parte del Consejo Ejecutivo de Justicia y Paz de Europa entre 2017 y 2023.
Esta publicación recoge artículos suyos que representan la misión de Justicia y Paz. Aparecen tres bloques de aportaciones sobre difusión de la Doctrina social de la Iglesia, Justicia ambiental y, Paz y convivencia. A lo largo de ellos se aprecia el paso del tiempo en el énfasis de distintos aspectos dentro de un mismo tema. La preocupación de Isabel Cuenca queda expresada en el tratamiento de la ecología, pero también en la evolución del diálogo interreligioso y en la sucesión de un largo número de conflictos e intervenciones militares donde se aboga por la paz.
Una mirada internacional fruto de la reflexión y de la relación con los mensajes del Magisterio de la Iglesia para poner de relieve su actualidad en el momento que vivimos. Isabel Cuenca nos lanza el reto de ver y entender los signos de los tiempos.
Y un motor: «Pasar del asombro y la admiración al aprendizaje y viceversa»
en todos los encuentros y grupos de trabajo. «He ampliado horizontes al conocer estrechamente a los obispos españoles y su visión de la Iglesia. No es igual ser laica que ser sacerdote u obispo y escucharles, sobre todo en momentos donde es fácil sincerarse –dando un paseo, comiendo o tomando un café en las actos a los que hemos asistido conjuntamente–, me ha servido para percibir que estamos en la misma barca y que merece la pena ayudarnos mutuamente a remar en la misma dirección. Esto se hace sin imposiciones, con diálogo abierto y apertura para acompañar al viento que mueve la Barca de Pedro».
«Se nos llama a una conversión ecológica que nos lleve a adoptar nuevos estilos de vida más coherentes con lo que implica dejarse encontrar por Jesucristo. Conscientes de que tenemos un origen común y un futuro compartido, debemos vivir nuestro compromiso cristiano cuidando la fragilidad de este mundo [... y] tener presente que la Tierra pertenece a todas las personas y no es cristiano, ni coherente, consumir los recursos del planeta como si fuesen inagotables, o pertenecieran solo a una parte de la humanidad» y a un breve tiempo de la Historia en la evolución del universo.