Llegar a todas las víctimas de la trata, sin dejar a nadie atrás
El título que encabeza este artículo es el lema que ha elegido Naciones Unidas (UNODC) [1] para el Día Mundial contra la Trata en 2023, que se recuerda cada 30 de julio. Estamos en el décimo aniversario, ya que se estableció en 2013 "para concienciar sobre la situación de las víctimas de trata y tráfico humano y para promocionar y proteger sus derechos".
Como sabemos la Trata de Personas es una forma de esclavitud, una violación a los Derechos Humanos y un menosprecio a la identidad y a la dignidad humana, degradando a las personas a la condición de mercancía que se puede comprar, vender y explotar como fuerza de trabajo o como "materia prima", de formas múltiples e inimaginables.
[1] UNODC: Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
Realidad actual
Cada año miles de hombres, mujeres y niños son víctimas inocentes de la explotación laboral y sexual y del tráfico de órganos, y parece que nos hemos acostumbrado a esto, hasta considerarlo una cosa normal. ¡Esto es feo, es cruel, es criminal!" (Francisco, Ángelus 30 julio 2017)
La Trata de Personas, junto al narcotráfico y el comercio de armas, son los crímenes más lucrativos del mundo. En muchos casos incluso están interrelacionados y se retroalimentan.
Del informe mundial sobre la trata de 2022 [2], realizado y publicado por la UNODC, quisiera destacar tres cuestiones que me parecen relevantes:
1.- Un aumento de las víctimas en destinos nuevos, diferentes y con sofisticadas formas de explotación, entre ellas el uso de las redes sociales, pero con una disminución significativa en detectar esta realidad por llevarse a cabo de manera aún más clandestina.
2.- Limitación de la capacidad de las
fuerzas de aplicación de la ley para combatir este delito y mayor
impunidad, junto al aumento del "autorescate" dado que las respuestas resultan
insuficientes.
3.- Las crisis mundiales, los conflictos y la emergencia climática están aumentando el riesgo de trata. Los desplazamientos y las desigualdades socioeconómicas afectan a millones de personas en todo el mundo, que quedan expuestas a la explotación de quienes trafican. Las personas que no gozan de un estatus legal, que viven en la pobreza, que tienen un acceso limitado a la educación, a la atención sanitaria o a un trabajo digno, que sufren discriminación, violencia o abusos, o que proceden de comunidades marginadas, son a menudo los principales objetivos de las redes de tráfico.
En todo el mundo, las medidas nacionales, especialmente en los países en desarrollo, parecen estar deteriorándose. Las tasas de detección, que no de realidad, cayeron un 11% en 2020 y las condenas se desplomaron un 27%, lo que ilustra una ralentización mundial de la respuesta de la justicia penal a la trata. La pandemia de COVID-19 también alteró las propias características de la trata, empujándola aún más hacia la clandestinidad y aumentando potencialmente los riesgos para las víctimas al hacer menos probable que el delito llegue a conocimiento de las autoridades. De hecho, el 41% de las víctimas que consiguen escapar de su terrible experiencia acuden a las autoridades por iniciativa propia, otra clara señal de que las medidas contra la trata se quedan cortas.
En el contexto de la trata de personas, "dejar a alguien atrás" significa:
- No poner fin a la explotación de las víctimas de trata,
- no apoyar a quienes son liberadas de sus traficantes, y
- dejar a determinados grupos vulnerables quienes trafican.
Para acabar con la trata, debemos reforzar la resistencia contra la explotación y los problemas socioeconómicos y culturales subyacentes que propician la misma. Debemos sensibilizar a todo el mundo y dirigir así la atención hacia quienes pueden marcar la diferencia en términos de cambio de políticas y gestión de recursos para reforzar las medidas de prevención, mejorar la identificación de las víctimas, aumentar el apoyo a quienes son liberadas y acabar con la impunidad. No cejar en el llamamiento a los gobiernos, las fuerzas del orden, los servicios públicos y la sociedad civil.
Hay unas causas estructurales que hacen compleja esta lacra social, pero podemos indicar que hunden sus raíces en una cultura machista y patriarcal, que ofrece una inadecuada percepción social de la mujer, generando inferioridad de su situación socioeconómica y falta de reconocimiento de su autonomía y poder, creando situaciones de desigualdad en las relaciones entre hombres y mujeres y, por consiguiente, discriminación.
[2] UNODC, Informe Mundial sobre Trata de Personas 2022. Hallazgos clave (resumen del informe en español),
Qué dice la Iglesia. Nuestra mirada como Justicia y Paz.
Deseo llamar de nuevo al compromiso de todos para que esta plaga aberrante (de la trata), forma de esclavitud moderna, reciba una respuesta adecuada" (Francisco, Ángelus 30 julio 2017)
La Iglesia está comprometida en todo el mundo en la denuncia de la mercantilización y explotación de las personas, que son el resultado de la "cultura del descarte". Existen multitud y variadas entidades que trabajan en la prevención y protección, identificación, sensibilización, denuncia, contacto y acogida, acompañamiento, recuperación, promoción e integración a las víctimas de trata. Las instituciones eclesiales que se han pronunciado sobre ella constatan una asociación entre la migración, sobre todo femenina, la prostitución, el comercio de drogas y de armas y la relación entre pobreza-violencia-conflictos. Las actuaciones de estas instituciones de Iglesia se hacen cada vez más numerosas e integrales en su respuesta a este fenómeno tan antiguo y complejo.
También desde Justicia y Paz apostamos por apoyar e implicarnos en acabar con esta lacra, a través de la sensibilización, la formación y la denuncia, siendo parte de "Tejiendo redes contra la Trata" y prestando atención a la defensa de los derechos humanos.
[3] Benedicto XVI, Caritas in veritate, 25.
Fidel García, secretario general CGJP