La espiritualidad ecológica de Laudato si'
"A través de nosotros, tú, Tierra querida, sientes, piensas, hablas y veneras. Y sigues creciendo, aunque ya eres adulta, hacia el interior del universo, rumbo al seno de Dios-Padre-Madre de ternura infinita. De él venimos y hacia él volvemos con una incompletud que solo él puede llenar. Queremos, oh, Dios, Padre y Madre de bondad, sumergirnos en ti y ser uno contigo para siempre junto con la Madre Tierra."
Esta plegaria de Leonardo Boff, que nos remite a Teilhard, en su visión mística del cosmos, encuentran el eco de lo que el papa Francisco nos ha regalado en la Laudato si':
"Todo está relacionado, y todos nosotros, seres humanos, caminamos juntos como hermanos y hermanas en una hermosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de las criaturas y que nos une también con tierno afecto al hermano Sol , a la hermana Luna, al hermano río y a la Madre Tierra (nº 92).
Esta mirada global sobre el conjunto del universo que abraza a todas las criaturas y a los seres humanos como miembros de la misma Casa Común, es la que da una perspectiva nueva a la espiritualidad que fluye de la carta del Papa. Una espiritualidad que no separa, sino que une y comprende toda la experiencia humana. Josep Maria Esquirol nos decía este verano pasado, en una charla en el Santuario del Miracle, que "poner nombre a las criaturas en el Génesis" no era una observación de los seres naturales desde la distancia o desde la superioridad y el dominio, sino un acto relacional, especialmente cuando, por ejemplo, la madre le dice a su hija: "mira una tortuga". Este nombrar dice del cuidado que expresa la madre para con su hija y para con la misma tortuga, un cuidado que no se puede expresar respecto a objetos. Se trata de una experiencia humana esencial.
Para el nuevo camino de un cambio de modelo de funcionamiento de nuestro mundo, que, si no se remedia, está posiblemente abocado al desastre, hace falta una nueva espiritualidad que ponga en el centro de su experiencia el cuidado, la compasión, la misericordia. Así lo explicita en el número 216: "No se trata tanto de ideas, sino sobre todo de las motivaciones que surgen de la espiritualidad para alimentar una pasión por el cuidado del mundo. Porqué no será posible comprometerse en cosas grandes solo con doctrinas sin una mística que nos anime, sin unos móviles interiores que impulsen, motiven, alienten y den sentido a la acción personal y comunitaria. "
No se trata de una espiritualidad, la vida en el espíritu, de un determinado aspecto de la vida cristiana como podemos hablar así de la espiritualidad monacal, o del trabajo, o del desierto... o de los padres de la Iglesia... Se trata de la espiritualidad integral que el Papa intuye y actualiza en el testimonio y vida de San Francisco de Asís.
No es por tanto solo una "espiritualidad ecológica" como se podría también llamar desde movimientos que defienden los valores del respeto a la naturaleza. Quizás podríamos entenderla mejor como la integración en la conciencia humana de aquellos elementos que a lo largo de la historia se han vivido como externos a su misma vida: naturaleza, cosmos, planeta, medio natural, entorno...El nuevo paradigma, que el Papa acepta y al que apuntan nuevas cosmovisiones, habla de Casa Común, de "formar parte", de Madre Tierra, de interdependencia, de biodiversidad, de legado para las generaciones futuras...Y en este nuevo paradigma que no separa ni se desentiende del mundo que le rodea, habla de la creación como la obra maestra de Dios y que sólo desde esta mirada de Dios, se puede defender y cuidar lo que es para disfrute de toda la familia humana.La espiritualidad de Francisco de Asís
Así como Francisco de Asís intuyó que sólo se podía seguir a Jesús si se volvía a su estilo de vida en la experiencia de la pobreza y en la aceptación del hermano como reflejo de Dios, así el Papa actual ve proféticamente, que el futuro y la vida de la humanidad están amenazados si no hay un cambio de rumbo radical. El llamado progreso y la ambición de las grandes corporaciones mundiales que arrasan con todas las materias primas a cualquier precio, ven la naturaleza y las personas que la habitan, como objeto de consumo, y como instrumentos de enriquecimiento.
Propone una nueva mirada explícitamente franciscana: todas las criaturas son hermanas. La naturaleza es el templo y la Casa Común de Dios que nos ama y donde se hace presente con toda su ternura y misericordia. No hay rivales ni competidores. Solo cabe ver y admirar y alabar y dar gracias por el don de la vida. Una alabanza que no olvida la realidad del sufrimiento, del odio, del desprecio, de la explotación sin límites, sino que asume el reto de mirarla de frente, y asumir que somos cómplices, al menos por omisión, y que nos hiere a nosotros mismos. Formamos parte de un mismo cuerpo, que es la humanidad toda, y es nuestro propio hogar común.
Francisco
propone una espiritualidad centrada en Cristo pobre, empobrecido, y en la
hermandad universal de toda la creación. Una espiritualidad de
contemplación y de cuidado. Cristo encarnado y resucitado hace sagrada la
Tierra (LS 83). El Papa ha leído los Signos de los Tiempos que
emanan del movimiento subterráneo que desea volver hacia la armonía y el
equilibrio de la Casa Común. Es una tarea urgente de toda la humanidad y la
Iglesia puede y debe liderar una toma de conciencia profética. Ser el
sacramento de ese proyecto colectivo. Así da un paso más allá de lo que los
científicos analizan y proponen. Habla de que los problemas sociales tienen su
raíz en los problemas medioambientales. Y que todas las dimensiones
humanas están entretejidas y se han de abordar en su globalidad. Sin
descuidar por tanto los problemas éticos, religiosos y espirituales. O se
aborda la integralidad de la persona humana o sólo se podrían resolver
aspectos parciales y posiblemente exteriores a la esencia de la
persona. Propone así una espiritualidad eco social y mística.
La llamada a la conversión ecológica integral, es la necesaria nueva perspectiva que hay que asumir si de verdad queremos ser fieles al mensaje de Jesús en estos tiempos cruciales. Por eso el Papa incluye referencias a textos de diferentes latitudes y culturas religiosas y a personalidades universales que apuntan a este horizonte.
La vida en el espíritu
La espiritualidad, la vida en el espíritu, acción con y desde el Espíritu, es el corazón de la encíclica y atraviesa todos sus capítulos, aunque el sexto esté explícitamente dedicado a dibujar y completar los rasgos de lo que supone vivir en el espíritu, la vocación humana de ser persona hermanada con todos sus miembros, incluidos también los otros seres vivos que hacen sostenible nuestra propia vida. Es una espiritualidad podemos decir, o debemos decir, holística, que nos incluye a todos y lo comprende todo. Se trata, nos dice, de superar el modelo de un antropocentrismo tecnocrático para reconstruir o profundizar en un estilo de vida nuevo, consciente de los límites, solidario y sustentable. El único camino para el buen vivir humano, como ya lo viven, en muchos aspectos, poblaciones indígenas que tienen esa sabiduría comunitaria de hermanamiento con la naturaleza y con el alma de la tierra.
La propuesta del nuevo paradigma es el cambio a una vida consciente y responsable y que considera que forma parte de un todo que es el regalo de Dios mismo. El futuro de la humanidad. El horizonte Omega de Teilhard. La cultura de la fraternidad y de la inclusión frente a la cultura del descarte y explotación de recursos y personas. No es una propuesta ecologista al uso. Es la propuesta a reconocerse la humanidad a sí misma, cuerpo y espíritu, unida en un proyecto social y colectivo que se siente partícipe y solidaria y que sabe que cada respuesta y cada acción individual repercute en todo el cuerpo de la humanidad y del mismo universo. El efecto mariposa ya no es una figura poética interesante y bella; es real como la vida misma. Lo que comemos, lo que extraemos de la naturaleza, lo que hacemos y cómo lo hacemos, lo que pensamos y lo que disfrutamos y el estilo de vida que llevamos tienen consecuencias. Y ya no las podemos entender como inocuas o locales. Y no nos podemos sustraer a nuestras responsabilidades.
La espiritualidad de la Laudato si', es "la espiritualidad en sí misma", la esencia humana, el camino que debe reemprender la humanidad toda como la vivió el hermano de Asís. La espiritualidad que ve más allá de lo material de la misma especie humana y del mismo universo. La espiritualidad que se auto reconoce humildemente como ignorante de raíz o, en todo caso, como perseguidor de la sabiduría de lo humano profundo siempre inalcanzable. La ciencia y la técnica nos ofrecen instrumentos valiosísimos para comprender y saber la insondable riqueza de la vida de todas la criaturas, su complejidad, sus capacidades creativas...pero no pueden erigirse en la solución de sus problemas si no integra su espíritu y su transcendencia, si no redescubre su propia limitación y su capacidad de abrirse al don de la Creación.
La espiritualidad de la Laudato si' es la espiritualidad de la conversión integral, la espiritualidad de la contemplación, de la consciencia abierta al silencio, a sentirse formando parte y en comunión con los demás y con la maravilla de las criaturas, de la naturaleza, de la música, del arte y de la armonía de las culturas y de las tradiciones, de los símbolos, y de los astros y de todas las galaxias. La espiritualidad del aquí y del ahora, del tiempo y el lugar donde habito. La espiritualidad de la urgencia y del presente, de la gratuidad. La espiritualidad de la acogida de todo lo que sucede y me sucede y de leerla desde la mirada sobre la lava del volcán que quema y destruye pero que también crea y expande. La espiritualidad que une lo social, la vida en común, con lo medioambiental, la economía con el intercambio, la comunicación con el diálogo, el análisis con la síntesis, la acción con la contemplación confiada y serena, la escucha con la palabra que sugiere y orienta y se calla.
Josep Mª Fisa Bosch, consiliario JiP Barcelona