El clamor de la Tierra
El ser humano ha generado, y genera, tristezas para el planeta pero también grandes logros y profundas manifestaciones de amor y solidaridad. La necesidad de escuchar el clamor de la tierra y la necesidad de defender nuestro planeta es un "desafío urgente de proteger nuestra casa común que incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar" (LS, 13).
Escucha el clamor de la Tierra
La encíclica Laudato Si' es un mensaje común para un planeta y una sociedad que necesitan
soluciones globales. El Papa nos dice que hemos crecido pensando que éramos
propietarios y dominadores de la
Tierra, autorizados a expoliarla. La Encíclica nos manifiesta
que esta Tierra maltratada y saqueada clama, y sus gemidos se unen a los de todas
las personas abandonadas del mundo.
La base científica de la Encíclica es muy
sólida y nos facilita una extensa lista de temas acuciantes
sobre los que hay que actuar: contaminación y cultura del descarte, cambio climático,
la cuestión del agua, la pérdida de biodiversidad, la biotecnología mal encaminada,
la deuda ecológica, los límites del progreso científico y de la tecnología, el
deterioro de la calidad de vida y la decadencia social, y la inequidad
planetaria.
En su análisis del
planeta nos dice de forma clara que la Tierra, nuestra casa común, es un inmenso
depósito de porquería: la contaminación afecta cotidianamente la vida de las
personas provocando millones de muertes prematuras; la tecnología ligada a las
finanzas pretende ser la única solución de los problemas, los movimientos migratorios
están agravados por el cambio climático y las guerras; el agua no se puede
privatizar y convertir en mercancía regulada por las leyes del mercado, las
ciudades generan periferias urbanas donde viven quienes son descartables en la
sociedad, la deuda externa de los países se ha convertido en un instrumento de
control y los países menos desarrollados alimentan el desarrollo de los países
más ricos a costa de su presente y su futuro, el medio ambiente y los pobres
están indefensos ante los intereses del mercado divinizado, la tecnología no es
neutral ya que la economía asume todo desarrollo económico en función del
rédito y, finalmente, existe una debilidad en las reacciones frente a dramas
del planeta.
Hoy nos deben preocupar los riesgos que hemos incorporado al planeta y que nos afectan a los seres humanos y al resto de criaturas del mismo.
El planeta está envuelto en intensos cambios globales, la Tierra grita por ellos, generados por el ser humano, es decir, alteraciones en los sistemas naturales, físicos, biológicos o sociales, cuyos impactos afectan al conjunto de la Tierra, pudiendo tener además impactos localizados a escalas muy diferentes. Hemos generado fuertes y perniciosos dualismos entre objeto y sujeto, o entre sociedad y naturaleza, o entre ser y tener.
Hemos contaminado
el aire (cambio climático, debilitamiento de la capa de ozono, contaminación
mortal del aire urbano, lluvia ácida, contaminación de interiores, residuos
radiactivos, metales pesados), envenenado el agua (sobrecarga de nutrientes,
tóxicos, agentes infecciosos,
pesticidas, vertidos de todo tipo, biomagnificación), empobrecido la
biodiversidad (destrucción, degradación, fragmentación y simplificación de
hábitats, extinción de especies, deforestaciones masivas), creamos problemas
con la generación y suministros de alimentos (exceso de pastoreo, degradación y
pérdida de tierras aptas para el cultivo, destrucción de zonas húmedas,
sobrepesca, contaminación de las costas, salinización), existe una clara
imposibilidad de acceso al agua potable (privatización de un recurso común,
escasez de agua, envenenamiento de acuíferos, agotamiento de aguas
subterráneas, salinización de las aguas superficiales, metales pesados y
radiactividad, microorganismos tóxicos, aguas insalubres), guerras por razones
económicas que podrían ser impedidas, migraciones forzadas de miles de seres
humanos huyendo del horror, la pobreza y la muerte.
El cambio climático
inducido por el ser humano motiva cientos de miles de migrantes ambientales sin
lugar ni consuelo, invisibles. Las ciudades del planeta incrementan su
población a través del aumento de sus zonas de miseria. La propia aparición de
la COVID-19, transmitida por el SARS-COV-2
podría tener que ver con el impacto humano en el planeta. Nada de esto
ocurriría si tuviésemos otra actitud; el grito de la Tierra se manifiesta de
distintas maneras.
Necesitamos una metamorfosis ética, una conversión ecológica, como propone la Encíclica del papa Francisco. En ella se nos muestra un profundo análisis de la realidad actual y nos muestra el camino del cambio a un mundo deseable y posible para todas las criaturas siguiendo la inspiración del Evangelio de Jesús, nuestra principal fuente de inspiración espiritual y humana.
grupo de ecología integral de Sevilla