La disuasión nuclear es la amenaza existencial, no el Tratado de prohibición nuclear

22.01.2024

En un equivocado artículo de esta publicación (Boletín Científicos Atómicos), Zachary Kallenborn sostiene que el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares (TPAN) es una amenaza para la humanidad. Para construir esta narrativa, no presenta simplemente la disuasión nuclear como un marco estable y útil para evitar guerras convencionales. Va más allá de los argumentos habituales de la disuasión para afirmar que las armas nucleares frenan las guerras mundiales, lo que permite a las naciones trabajar juntas para hacer frente a las amenazas existenciales. Nada podría estar más lejos de la verdad.

La disuasión nuclear es un mito. Implica que un Estado nación mantenga una amenaza creíble de represalia para disuadir el ataque de un adversario. Esto se basa en demostrar la disposición y capacidad para usar armas nucleares, una forma muy peligrosa de jactancia que, a su vez, hace que los que son el blanco aumenten su armamento y retórica. Actualmente estamos siendo testigos de este tipo de escalada entre varios Estados poseedores de armas nucleares, que podría desembocar en una guerra nuclear.

La disuasión nuclear depende de que quienes son responsables de la toma de decisiones se comporten de manera racional, pero incluso si diferentes Estados y partes sopesan valores, amenazas y posibles consecuencias de la misma manera, los líderes individuales no siempre se comportan racionalmente. Durante las últimas semanas de su presidencia, el comportamiento de Richard Nixon fue tan errático que James Schlesinger, secretario de Defensa, ordenó al Estado Mayor Conjunto que ignorara cualquier orden de utilizar armas nucleares a menos que estuviera apoyada por él mismo y por el secretario de Estado Henry Kissinger. Schlesinger no tenía autoridad para hacer eso, y no está claro si las instrucciones se habrían llevado a cabo si Nixon hubiera ordenado el uso de armas nucleares. Tras su derrota electoral en 2020, el comportamiento de Donald Trump fue tan extraño que desencadenó preocupaciones similares en el general Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto. Pero el comportamiento problemático no es exclusivo de los líderes estadounidenses. Boris Yeltsin, por ejemplo, tenía problemas con el alcohol, y la reciente retórica nuclear de los líderes rusos ha sido, como poco, preocupante.

Quienes lideran son capaces de tomar malas decisiones y el estrés de una crisis militar, durante la cual puede que haya que tomar decisiones con una inteligencia limitada o defectuosa y en un plazo de tiempo muy reducido, aumenta la posibilidad de abandonar la posición racional de no usar las armas nucleares y cometer un error que sería fatal para la humanidad.

La suposición general de la disuasión nuclear es que la existencia de armas nucleares puede continuar indefinidamente sin que nada salga mal, lo que lleva al aspecto más preocupante de la teoría: la falta de un plan B. En palabras de Melissa Parke, directora ejecutiva de la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN), «La disuasión nuclear puede funcionar hasta el día en que deje de hacerlo». ¿Qué sucede cuando la disuasión nuclear falla? El problema es que es imposible crear un plan para ese día. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) lleva advirtiendo desde 1945 de que no puede haber una respuesta humanitaria adecuada ni siquiera a una sola explosión de un arma nuclear, por no hablar de los cientos o miles que podrían utilizarse en los conflictos actuales. En contra de la lógica irrealista de la disuasión, muchas organizaciones médicas y otros grupos de la sociedad civil, incluidos aquellos de los que formamos parte, llevan décadas defendiendo que la prevención es la única opción viable.

El argumento de que la disuasión nuclear ha mantenido seguro al mundo es simplemente erróneo. Numerosos incidentes cercanos y casi fallidos sugieren claramente lo contrario. Desde análisis académicos hasta una simple lista de incidentes conocidos sólo en Estados Unidos, el mensaje es claro: "hemos sido afortunados en vez de inteligentes". Como declaró el secretario general de la ONU, António Guterres, en la 10ª Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear en 2022: «La suerte no es una estrategia».

Los incidentes cercanos no han desembocado aún en una guerra nuclear. Pero las armas nucleares han sido causa de sufrimiento humano durante décadas. Además de los horrores de lo que sucedió en Hiroshima y Nagasaki, las armas nucleares ya han causado daño a millones de personas en el proceso de su desarrollo y ensayo. De manera devastadora, los gobiernos de los países poseedores de armas nucleares han perjudicado a su propia gente, como el pueblo de Kazajistán y los Estados Unidos, y a aquellos cuyo cuidado les ha sido confiado, como los pueblos indígenas de Australia, las Islas Marshall, Kiribati y Maohi Nui (La Polinesia Francesa). Estas consecuencias humanitarias han impulsado la acción que se encuentra en los artículos 6 y 7 del TPAN y una resolución recientemente adoptada sobre justicia nuclear en la Asamblea General de la ONU. Solo en 2022, el gasto global en armas nucleares fue de 83 mil millones de dólares, una cantidad que podría haberse invertido mejor en programas sociales y otras necesidades. Todos sufrimos cuando se ignoran las necesidades sociales a favor de armas de destrucción masiva.

Lo que el mundo necesita para abordar otras amenazas existenciales. Kallenborn tiene razón en que el mundo enfrenta otras amenazas globales. Y aunque algunas de ellas, al igual que las armas nucleares, tienen el potencial de acabar con la humanidad, como el impacto de un gran asteroide o una enfermedad infecciosa, lo que es completamente diferente acerca de las armas nucleares es que las hemos creado y, por lo tanto, podemos eliminarlas.

La mayoría de los Estados en el mundo tienen acceso al conocimiento y muchos a los medios para construir armas nucleares, pero no lo hacen. Estos Estados se abstienen porque no ven valor en tener armas nucleares. Por el contrario, reconocen la amenaza que representa poseer estas armas. Además, un proceso verificable para garantizar que se hayan eliminado las armas nucleares existentes y que no se desarrollen otras nuevas tendría que ser parte de cualquier plan de abolición nuclear, incluso a través del TPAN, con una autoridad internacional competente a cargo de este proceso clave. Se está llevando a cabo un trabajo significativo en la verificación a través del Sistema de Monitoreo Internacional de la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (IMS de CTBTO), la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) y el Grupo Asesor Científico del propio TPAN, que se formó el año pasado.

La eliminación de todas las armas nucleares y un sistema internacional concurrente de verificación y monitoreo llevaría a un mejor escenario que el que enfrentamos hoy. Incluso una situación hipotética en la que una nación hiciera trampas para fabricar algunas armas después de su eliminación total sería mucho menos peligrosa que la situación actual con un arsenal global de aproximadamente 12.500 cabezas nucleares, que podrían destruir el mundo una y otra vez.

El cambio climático es, al igual que la guerra nuclear, una amenaza existencial de gran urgencia, ya que sus efectos son devastadores y podrían hacer que regiones enteras del planeta sean inhabitables. Además, el cambio climático ya está exacerbando conflictos debido al aumento de la escasez de alimentos y desastres naturales que desplazan poblaciones y paralizan economías. Estos impactos empeorarán con el tiempo. Combinándolos con las armas nucleares, producen una inestabilidad regional y global que posiblemente represente la mayor amenaza para la humanidad, como ha dejado claro el "Boletín Científicos Atómicos" al ajustar, en repetidas ocasiones, la hora del Reloj del Apocalipsis. En el momento de escribir este artículo, el reloj marca apenas 90 segundos para la medianoche.

El invierno nuclear se refiere al hecho de que incluso una guerra nuclear regional limitada, como la de India y Pakistán, desencadenará una interrupción climática global y una hambruna catastrófica. Kallenborn alude a esta amenaza potencial, pero trata de minimizar la importancia de los estudios sobre el invierno nuclear al afirmar que hay una diferencia significativa de opinión sobre este peligro en la comunidad científica. Va aún más lejos al advertirnos de que dichos estudios están motivados por "prejuicios y agendas políticas". De hecho, el único estudio reciente de Los Alamos Laboratory que minimiza la magnitud del cambio climático debido a la guerra nuclear bien podría estar motivado por una agenda que no sea científica, ya que este estudio ha sido completamente refutado. Sorprendentemente, Kallenborn propone que la respuesta a la amenaza de la hambruna nuclear global debería ser almacenar suficiente comida para alimentar a miles de millones de personas durante varios años y cita el ejemplo, totalmente inapropiado, del Puente Aéreo de Berlín de 1948 como el tipo de esfuerzo necesario.

La cooperación global, no las amenazas de aniquilación, debe ser la base para abordar todas las amenazas existenciales. Vivimos en un planeta hermoso con una serie de desafíos naturales y creados por el ser humano que nos obligan a alejarnos de las actitudes del "nosotros contra ellos" y, en cambio, a cooperar colectivamente para lograr la seguridad global en nuestro hogar común. Con este fin, no debemos normalizar el conflicto violento en los campos de batalla y las amenazas de destruirnos mutuamente. Por el contrario, la competencia entre Estados debería reservarse para los campos y canchas deportivas, los negocios, el comercio, y la búsqueda de logros científicos y artísticos.

La verdad sobre el Tratado de prohibición nuclear. Discutiblemente, las mayores falsedades que Kallenborn promulga giran en torno al propio TPAN. Para empezar, el Tratado no es una solución rápida que lleve a una abolición repentina de las armas nucleares en el vacío. Más bien, el Tratado es un instrumento que establece una norma legal, que conducirá a un proceso que desembocará en la eliminación de las armas nucleares. El camino que se debe seguir para alcanzar este objetivo abordará el problema de los conflictos entre grandes potencias y conflictos regionales, así como su seguro desarme.

Comúnmente se afirma que la disuasión nuclear ha evitado que ocurra una guerra nuclear. Pero hemos llegado al borde de la guerra nuclear varias veces durante la Guerra Fría, incluida la Crisis de los Misiles de Cuba, y esta afirmación sobre la disuasión ignora por completo el papel de los acuerdos internacionales para desescalar tensiones y prevenir un conflicto nuclear. El proceso de crear instrumentos de control de armas y desarme establece estructuras para recuperar la confianza y la verificación. En este sentido, la última década ha visto una erosión de la arquitectura de desarme, con la excepción del TPAN. Tal como están las cosas, pronto podríamos quedarnos sin frenos en la carrera armamentística.

Como afirma Kallenborn, «la mejor manera de reducir los riesgos de la guerra nuclear es asegurarse de que nunca suceda en primer lugar». Esa es precisamente la intención y la motivación de los 122 Estados que negociaron el TPAN en 2017 y de un número aún mayor de Estados que han votado a favor del tratado en la Asamblea General de la ONU cada año desde entonces. Los nueve poseedores de armas nucleares y sus aliados son los que deben demostrar que hay una razón convincente, o incluso algún derecho, para mantener al resto del mundo como rehén de sus armas nucleares. Kallenborn afirma que si se eliminan las armas nucleares, las grandes potencias lanzarán la Tercera Guerra Mundial. De hecho, el proceso de eliminación de estas armas creará las condiciones necesarias para una relación más cooperativa entre las grandes potencias al eliminar el problema más peligroso que las divide.

La verdad sobre la prohibición nuclear se expone en el texto del propio Tratado, pero también en la Declaración, recientemente adoptada, que fue el resultado de la Segunda Reunión de Estados Parte del TPAN, celebrada en Nueva York a finales del año pasado. La Declaración destaca la razón de ser de la prohibición, así como el camino a seguir.

La abolición es la única opción razonable. Las armas nucleares y las políticas actuales sobre las armas nucleares son, en palabras del difunto activista por la paz y el desarme nuclear, Daniel Ellsberg, «mareantemente insensatas e inmorales». Apuntar únicamente a reducir el daño o la posibilidad de daño que las armas nucleares podrían causar, en lugar de ser parte de un proceso para abolirlas, simplemente no es suficiente. Imagina si los opositores a la esclavitud no hubieran buscado abolirla, sino mejorar un poco la vida de las personas esclavizadas. En última instancia, la cuestión de la abolición nuclear no es solo moral, sino existencial. Si no abolimos las armas nucleares, nos abolirán a nosotros. John F. Kennedy lo afirmó en las Naciones Unidas hace más de 60 años. Prestemos atención a sus palabras más pronto que tarde, y de manera crítica, antes de que sea demasiado tarde.

Artículo firmado por la Comisión General Justicia y Paz entre otros firmantes