Cómo vemos las cosas

21.05.2024

1. Introducción: el contexto (David Neuhaus SJ): El último ciclo de horrible violencia en Israel/Palestina comenzó el 7 de octubre de 2023. Somos profundamente conscientes de la ansiedad y el miedo israelíes tras la brutal matanza de 1.200 personas y la toma de rehenes, algunas de las cuales aún languidecen en la Franja de Gaza. Sentimos horror por las represalias israelíes que han dejado decenas de miles de víctimas fallecidas y heridas y cientos de miles de personas sin hogar. Sin embargo, todo esto tiene su origen en un conflicto que comenzó hace más de cien años. Hasta 1917, Palestina estuvo gobernada por los otomanos y contaba con una población árabe palestina mayoritaria (musulmana, cristiana, drusa, judía y samaritana), así como otras minorías étnicas y religiosas, entre ellas personas inmigrantes judías europeas y armenias recién llegadas. El dominio colonial británico se impuso tras la Primera Guerra Mundial, ya que habían prometido crear un «hogar nacional» judío en Palestina. Tenían motivación ante la preocupación del pueblo judío por el creciente antisemitismo, especialmente en Rusia; por el fundamentalismo bíblico que postulaba que Palestina era una tierra prometida para un pueblo elegido; y por las actitudes coloniales hacia la población indígena de Palestina, incluido el desprecio por los musulmanes y el islam. En 1917, las personas judías constituían el 10% de la población, muchas de ellas recién llegadas de Rusia.

Al final del Mandato Británico en 1948, la población judía se había multiplicado por diez, constituyendo aproximadamente un tercio de la población total. Como consecuencia del Holocausto, muchas más personas judías trataban de trasladarse a Palestina. Las políticas británicas, especialmente el fomento de la migración judía y el apoyo al autogobierno judío, habían fomentado una guerra civil entre la población judía y árabe. En 1947, las Naciones Unidas propusieron la partición del territorio en un Estado judío (56% del territorio) y un Estado árabe (42%), ignorando a la mayoría árabe palestina. Después de que Israel declarara su independencia, se desató una guerra entre fuerzas israelíes y árabes. Las principales potencias mundiales apoyaron a Israel. Al final de la guerra, Israel había tomado el control del 78% de la Palestina histórica.

750.000 personas palestinas fueron desplazadas a la fuerza de sus hogares en lo que el pueblo palestino llama la Nakba, o «catástrofe» en árabe. Mientras que el pueblo judío consiguió una supuesta patria, el palestino perdió la suya, muchas personas fueron desposeídas y convertidas en refugiadas. Las que permanecieron en Israel fueron sometidas a un régimen militar. Jordania se anexionó Cisjordania y Egipto administró la Franja de Gaza. En estos dos últimos territorios, enormes campos de refugiados acogieron a las personas desplazadas del interior de Israel.

Tras otra guerra en 1967, Israel ocupó el 22% restante de la Palestina histórica: Cisjordania, incluido Jerusalén Este, y la Franja de Gaza. Israel comenzó inmediatamente a colonizar estos territorios, estableciendo asentamientos judíos. En la década de 1970, la Organización para la Liberación de Palestina aceptó el planteamiento de dos Estados de la comunidad internacional para una solución, exigiendo que los territorios ocupados en 1967 se convirtieran en un Estado palestino. En 1987, el pueblo palestino se sublevó contra la ocupación militar israelí y, a raíz de ello, la comunidad internacional patrocinó un denominado proceso de paz que condujo a la firma de acuerdos en la década de 1990 entre Israel y la OLP. Sin embargo, a pesar de la firma de los acuerdos, el gobierno israelí siguió construyendo asentamientos y desarrollando infraestructuras en los territorios ocupados, obstaculizando también el desarrollo de la sociedad civil palestina y obstruyendo la vida cotidiana. Esto provocó un segundo levantamiento en 2000, más violento que el primero.

En 2005, el pueblo israelí se retiró unilateralmente de Gaza, pero casi inmediatamente impusieron un bloqueo cuando Hamás ganó las elecciones. Desde entonces, la violencia entre Gaza e Israel ha estallado con regularidad, provocando una destrucción masiva en Gaza. A medida que la administración estadounidense e Israel promovían acuerdos de normalización con los Estados del Golfo y otros regímenes árabes, la población palestina quedaba cada vez más marginada. Todo esto forma parte del contexto necesario para comprender lo que ocurrió el 7 de octubre de 2023.

2. La situación en la Franja de Gaza (Sami El-Yusef)

Desde el comienzo de la guerra contra Gaza, el nivel de pérdidas humanas y destrucción no tiene precedentes en nuestra Tierra Santa. Las estadísticas publicadas por la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA) son devastadoras: más de 35.000 personas palestinas muertas y unas 80.000 heridas, de las cuales el 60% en ambas categorías son ancianas, mujeres y menores; 1,7 millones de personas (de un total de 2,3 millones) son desplazadas internas, el 60% de las unidades residenciales han sufrido daños, así como el 80% de todas las instalaciones comerciales. 1,1 millones de personas alcanzaron niveles catastróficos de inseguridad alimentaria; carecen de electricidad, alcantarillado, agua o redes de comunicación.

23 de los 36 hospitales están fuera de servicio por la grave escasez de medicinas y suministros médicos. Se han registrado 760.000 casos de infecciones respiratorias agudas y 410.000 casos de diarrea acuosa aguda. El 71% de los centros de atención primaria están fuera de servicio. El 83% de los pozos de agua subterránea no funcionan y hay 270.000 toneladas de aguas residuales sólidas acumuladas en las calles. En cuanto a la educación, el 73% de todas las escuelas han sido destruidas, dejando a 625.000 menores en edad escolar sin ningún tipo de educación o escolarización, por no mencionar que todas las universidades han quedado reducidas a escombros. Actualmente hay 17.000 menores no acompañados, ya que fueron separados de sus progenitores y lo más probable es que sufran orfandad. También cabe mencionar que, de las víctimas fallecidas, ¡967 eran cooperantes, personal sanitario, de la defensa civil y periodistas, todas ellas asesinadas en acto de servicio!

En cuanto a la ayuda humanitaria que entra en Gaza, antes de la guerra entraba una media diaria de 500 camiones cargados de suministros. Ese suministro diario no superaba los 216 camiones en un solo día. En los últimos días se ha vuelto a reducir a cero, ya que Israel ha tomado el paso fronterizo de Rafah, lo que ha provocado una grave escasez de alimentos, agua, medicamentos y combustible.

Estas estadísticas pintan un panorama muy sombrío de la situación actual en Gaza, que es sólo una parte de la historia. Las tragedias humanas de las que oímos hablar a diario, incluidas las operaciones de amputación sin anestesia, son sencillamente insoportables. En Gaza se ha perdido la humanidad.

En cuanto a nuestra pequeña comunidad cristiana, que contaba con 1.017 personas al comienzo de la guerra, la mayoría de sus miembros se refugiaron en diversas instituciones cristianas de Gaza, la mayoría en el complejo católico romano de la Sagrada Familia, donde se alojaron unas 600 personas. Otras 250 se alojaron en la iglesia ortodoxa de San Porfirio y un número menor en otros lugares. Desde el comienzo de la guerra, la comunidad cristiana ha perdido a unas 34 personas: 20 murieron por ataques del ejército israelí y 14 por falta de servicios médicos. Esto supone algo más del 3% de la comunidad, lo que es devastador para cualquier comunidad.

Además, calculamos que alrededor del 25% de la comunidad cristiana ha huido de Gaza a través de Egipto hacia otros destinos, presenciando circunstancias muy peligrosas por el camino.

En cuanto a los daños físicos sufridos por las instituciones cristianas, un rápido estudio revela que las 14 instituciones cristianas (todas ellas situadas en la ciudad de Gaza y sus alrededores, en el Norte) han quedado totalmente destruidas o gravemente dañadas, y la mayoría de ellas han cerrado y ya no prestan servicios de educación, sanidad y servicios sociales. El proceso de reconstrucción será largo y tedioso se mire por donde se mire.

3. La situación en Cisjordania (Dina Nasser)

2023, antes del 7 de octubre, ya era el peor año de la historia de la ocupación, con muchas personas muertas y heridas como consecuencia de la brutal violencia del ejército y los grupos colonos, desatada por un gobierno etnocéntrico extremista decidido a anexionarse toda o la mayor parte de Cisjordania. El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos ha informado: «Desde el 8 de octubre, la situación en Cisjordania ocupada, incluido Jerusalén Oriental, es alarmante y urgente, en medio de las crecientes y múltiples violaciones de los derechos humanos de los palestinos que allí se producen». Las comunidades han quedado aisladas ante el aumento de la violencia de los grupos colonos extremistas, protegidos por las fuerzas de ocupación israelíes. Esto ha dado lugar a ataques sistemáticos contra las comunidades, incendiando viviendas y tierras y, más recientemente, atacando los camiones de ayuda humanitaria que atraviesan Cisjordania.

Se han intensificado las restricciones de acceso, circulación y medios de subsistencia. Los desplazamientos a las principales ciudades y pueblos de cada gobernación se han visto más restringidos por el establecimiento de barreras en forma de nuevas puertas que pueden aislar a comunidades enteras entre sí. Enormes bloques de cemento y montículos de tierra impiden la circulación de vehículos. En diciembre de 2023, la OCHA informó de que se habían establecido 49 nuevos obstáculos de acceso, y que se había modificado la situación de 100 de los obstáculos existentes anteriormente, con lo que el número total de obstáculos ascendía a 694. El acceso de la población palestina de Cisjordania a Jerusalén Este, incluidos hospitales, escuelas y lugares sagrados, se ha restringido aún más. También se ha bloqueado prácticamente el acceso del personal humanitario a Jerusalén Oriental. El acceso de la población palestina a sus tierras para cosechar olivos se ha convertido en un riesgo para su vida, ya que los grupos colonos israelíes atacan a quienes cosechan en gran parte de Cisjordania y más aún en los pueblos cercanos a los asentamientos israelíes. Como consecuencia de todo ello, se ha producido un impresionante aumento del desempleo.

Según fuentes palestinas, antes del 7 de octubre, más de 110.000 personas palestinas tenían permisos para trabajar en Israel. Estos han sido suspendidos en gran medida, afectando sobre todo al personal trabajador palestino. La Organización Internacional del Trabajo, en su informe de marzo de 2024, declaró que, si la guerra continúa hasta finales de junio de 2024, se prevé que la tasa anual de desempleo en el Territorio Palestino Ocupado, que incluye Gaza y Cisjordania, aumente hasta aproximadamente el 46%.

También se ha intensificado el desplazamiento de personas palestinas y la demolición de sus hogares. Se han demolido 648 estructuras, algunas con el pretexto de carecer de permisos en las zonas B y C. Se han destruido los refugios de 18 comunidades de pastoreo, lo que ha provocado el desplazamiento de 3.985 personas vulnerables, entre ellas mujeres y menores.

La guerra ha creado una cortina de humo para las detenciones masivas en toda Cisjordania. Hasta la fecha hay 9.300 personas presas por motivos políticos languideciendo en cárceles israelíes, entre ellas 78 mujeres y 250 menores.

Por último, existe un temor generalizado entre la población de Cisjordania a que la destrucción masiva de Gaza y la expulsión de un gran número de personas de sus hogares sienten un precedente para futuras acciones israelíes también en Cisjordania.

4. La situación en Jerusalén (Rafoul Roffa)

La actual guerra contra Gaza es ciertamente brutal, pero lo mismo puede decirse de todos los Territorios Palestinos Ocupados, incluido Jerusalén Este. La población palestina de Jerusalén Este se enfrenta al impacto de la guerra de diversas formas y maneras. Una consecuencia inmediata de la guerra ha sido la intensificación de diversas violaciones, entre ellas severas restricciones de circulación y acceso y una amplia campaña de arrestos y detenciones de personas palestinas, especialmente jóvenes. Además, las dificultades económicas derivadas de la imposibilidad de acceder al lugar de trabajo y la pérdida de oportunidades laborales, sobre todo en el sector turístico, asolan a la población palestina de Jerusalén Este. Dado que la guerra coincidió con la pandemia de Covid-19, muchas personas se encontraron sin derecho a percibir prestaciones por desempleo, lo que les ha dejado sin ningún tipo de ingresos.

Otra consecuencia inmediata de la guerra ha sido el cierre de oficinas gubernamentales en Jerusalén Este. Estos cierres interrumpen la prestación de servicios esenciales, fundamentales para recibir prestaciones socioeconómicas y documentos esenciales necesarios para circular y viajar.

Gracias a la intervención jurídica de la ONG que dirijo, pudimos ayudar a nuestra comunidad a superar algunos de estos problemas y presionar a las autoridades israelíes para que reabrieran algunas oficinas gubernamentales, especialmente la sucursal del Ministerio del Interior en Jerusalén Este.

El cierre total de los puestos de control que conectan Jerusalén Oriental con otras partes de Cisjordania provocó graves restricciones de acceso y circulación. Esto ha perturbado la vida de toda la población palestina, impidiendo a muchas personas acceder a sus lugares de trabajo o a sus propiedades.

Saint Yves consiguió presionar al gobierno israelí para que reabriera algunos puestos de control, sobre todo el 300, la principal entrada a Belén, y algunos otros. Seguimos esforzándonos por levantar las restricciones de acceso y circulación a todos los niveles.

Es importante señalar que la tasa de demoliciones de propiedades palestinas ha aumentado en toda Cisjordania, incluido Jerusalén Este. Según la OCHA, hasta el 7 de octubre de 2023 se habían demolido más de 132 estructuras palestinas solo en Jerusalén Este.

5. La situación de la comunidad cristiana palestina (Patriarca emérito, Michel Sabbah)

La población palestina cristiana pertenece a su pueblo. Son personas palestinas y lo que les ocurre a las demás les ocurre también a las cristianas. El conflicto no es religioso, entre creyentes judíos y musulmanes, sino entre el Estado de Israel y el pueblo palestino. Todas las personas, cristianas y musulmanas, todo el pueblo palestino está implicado. En la guerra que se está librando en Gaza, la pequeña comunidad cristiana se ha visto muy afectada, como toda la población.

Hay algunos incidentes que afectan especialmente a la comunidad cristiana, en la Ciudad Vieja de Jerusalén y sus alrededores y en otros lugares. Hay actos de vandalismo contra iglesias y cementerios (por ejemplo: la iglesia franciscana de la Flagelación, la benedictina del Monte Sion, la iglesia evangélica). Estos ataques los llevan a cabo personas religiosas judías extremistas, que a veces también escupen al clero.

Asimismo, se están apoderando de propiedades cristianas por medios deshonestos y sin escrúpulos. Abundan los ejemplos, como el hospicio ortodoxo de San Juan, cerca del Santo Sepulcro, los hoteles de propiedad ortodoxa de la Puerta de Jaffa y otros lugares. En la actualidad, hay una disputa en curso por la apropiación de gran parte del barrio armenio. La Ciudad Vieja se transforma pieza a pieza. Cada vez más grupos colonos judíos se instalan en los barrios musulmán, cristiano y armenio. Las autoridades israelíes, en particular la Municipalidad de Jerusalén, están transformando activamente la ciudad, haciéndola cada vez más judeo-israelí y cada vez menos palestina, cerrando zonas a su antojo e imponiendo actividades y presencia judeo-israelí.

En las escuelas cristianas de Jerusalén Este, la municipalidad israelí trata de imponer los planes de estudio, sustituyendo el sistema educativo palestino. Además, la policía israelí impone una presencia exagerada, por ejemplo, en las ceremonias de Semana Santa, especialmente durante el Fuego Sagrado del Sábado Santo. Jerusalén suele estar llena de barreras, lo que impide a muchas personas cristianas locales llegar al Santo Sepulcro.

Las personas cristianas tienen un papel importante en los partidos políticos y en la resistencia a la ocupación y la lucha por la libertad y la igualdad, la justicia y la paz. La Iglesia local de Jerusalén promueve una reflexión teológica comprometida sobre nuestra situación, desarrollando una teología palestina de la liberación, una reflexión bíblica contextual y una espiritualidad que sostenga a la comunidad local. Centros y personas contribuyen a ello: nuestra propia Comisión de Justicia y Paz, el Centro Ecuménico Sabeel, el Grupo de Reflexión Kairos, el Colegio Bíblico de Belén, las conferencias anuales de Cristo en el Puesto de Control y teólogos como los católicos eméritos patriarca Michel Sabbah y padre Rafiq Khoury, los pastores luteranos Mitri Raheb y Munther Isaac, y otros. Los jefes de las Iglesias también publican regularmente declaraciones para promover la concienciación y la defensa en el ámbito internacional.

Necesitamos el apoyo a los esfuerzos de la comunidad cristiana no sólo para permanecer en su patria, sino para contribuir activamente a la lucha en Israel/Palestina por la libertad y la igualdad, la justicia y la paz. Por favor, ayúdenos a hacer oír nuestra voz.

Encuentro online de la Comisión Justicia y Paz de Jerusalén con Justicia y Paz Europa