Alumbrar la conciencia
La conmemoración del Día Internacional de la Mujer, supone, y esto es una intuición personal, un día para hacer y hacerse preguntas, y esto porque la pregunta es posibilidad de conocimiento, de desprendimiento, de libertad y de apertura a las múltiples posibilidades. En el fondo, preguntar devela la conciencia, por eso la frase célebre de María Zambrano suele no solo gustarme sino invitarme a mantener una actitud de búsqueda. Decía la filósofa errante que "la actitud de preguntar supone la aparición de la conciencia; de la conciencia, ese desgajamiento del alma".
Atendiendo a un primer nivel de curiosidad, suelo preguntarme cuando se acerca esta fecha, ¿será que éste sí es el año en el que no me feliciten ni me envíen flores virtuales por WhatsApp?, la respuesta es rotundamente No… Año tras año sigo recibiendo cadenas bien intencionadas de felicitaciones, flores, soles radiantes y con inquietud descubro que todavía muchos y muchas no hemos terminado de entender de qué va esto. Pero bueno, me lo tomo con mucha calma, agradezco la buena intención, intento comprender por qué hemos instaurado una cultura celebrativa alrededor de este día internacional y recuerdo las razones por las que el 8M tiene sentido.
Pero, además, este tipo de situaciones suelen hacerme recordar una anécdota ocurrida durante la celebración del Concilio Vaticano II. Cuando ya terminaba la segunda sesión del concilio, fue el cardenal Léon-Joseph Suenens quien lanzó una pregunta inesperada a los 2.500 padres conciliares: ¿dónde está la otra mitad de la Iglesia?, sin duda, la pregunta tuvo el efecto del que hablaba Zambrano, despertar conciencia, una conciencia tímida y al tiempo germinal, pero conciencia, al fin y al cabo, que desembocó en una invitación. Así entonces al inicio de la tercera sesión, Pablo VI se dirigió a las 23 mujeres auditoras invitadas y admitidas al Concilio, de ellas 10 era religiosas y las otras 13 laicas, que fueron conocidas como "las madres del concilio". No puedo entretenerme en este interesante tema, pero da pie para compartir la anécdota a la que me refiero.
En el proceso de trabajo de las subcomisiones que se encargaron de los documentos Lumen gentium y Gaudium et spes, fue muy significativa la respuesta que dio Rosemary Goldie al teólogo dominico Yves Congar cuando este tuvo la buena intención de insertar una elegante expresión en el documento sobre el apostolado de los laicos comparando a la mujer con la delicadeza de las flores y los rayos del sol. Rosemary entonces le respondió: "Padre, deje las flores afuera. Lo que las mujeres quieren de la Iglesia es ser reconocidas como personas plenamente humanas"… Cuánta lucidez la de Rosemary y la de aquel grupo de mujeres que no cesaron en el empeño de aportar ideas, generar reflexiones y abrir debates, a pesar de que su presencia en aquel momento histórico para la Iglesia fue "simbólica" porque no tenían derecho a voz ni a voto.
Ese reconocimiento pleno pasa por la necesaria implementación de políticas de igualdad eficaces y por procesos pedagógicos socio-culturales que impulsen compromiso y transformación, al tiempo que eviten la reproducción de esquemas y estereotipos que contribuyen al aumento de desigualdades sociales y económicas que ponen en peligro los derechos y la vida de las mujeres. En ese sentido, no puedo evitar recordar que el 2022 lo cerramos con un índice de violencia hacia las mujeres muy alto, y que, desde el 1 de enero hasta la fecha, el Ministerio de Igualdad cuenta ya 1.192 víctimas mortales por violencia de género en España. Sin duda, cifras alarmantes que obligan a no mirar hacia otro lado.
Estos últimos días y con ocasión del Día Internacional de la Mujer, Cáritas publicaba una serie de realidades que evidencian las múltiples brechas y situaciones de exclusión a las que se enfrentan las mujeres en el día a día. Ellas muestran una fotografía que nos debería impulsar a cargar con esas situaciones. El análisis evidencia la existencia de una realidad de brecha digital que afecta particularmente a las mujeres; una realidad de sinhogarismo que coloca a las mujeres en situaciones de extrema vulnerabilidad; una realidad de precariedad laboral que indica la constante desigualdad en el ámbito del empleo; una realidad en el marco de las emergencias humanitarias en las que se evidencia la violación de derechos humanos en el cuerpo de las mujeres allí donde se viven guerras, donde hay extrema pobreza, situaciones de violencia y/o emergencias, que pueden derivar, por ejemplo, en migraciones forzadas, avocando a las mujeres a la cruda realidad de las fronteras.
En el marco de esta realidad, ojalá que el 8M o el Día Internacional de la Mujer sea entonces un día para dar a luz aquellas verdades que por distintos intereses es preferible esconder. Que sea un día para reencontrarnos con y en lo esencial, un día para visibilizar y para seguir preñando al mundo de cuidadanía, de sororidad, de hospitalidad… de humanidad.
La lucha y la reivindicación continúan, sigamos caminando juntas y juntos.
Jennifer Gómez, Cáritas Española