Declaración interreligiosa ante la Tercera Reunión de Estados Parte del TPAN

14.02.2025

Abierto a la firma de organizaciones. Original en inglés. Complete el formulario antes del 24 de febrero de 2025 (final del día): https://bit.ly/3MSP-interfaith-endorse

Como personas de fe que representan diversas tradiciones, unidas en nuestra creencia común en la santidad de la vida y la búsqueda de la justicia, la paz y la dignidad humana, elogiamos a los Estados Parte del Tratado de Prohibición de Armas Nucleares (TPAN) por su compromiso histórico y el liderazgo en el trabajo hacia un mundo sin armas nucleares. Cada firma y ratificación de este Tratado es un acto de valentía y un faro de esperanza, y os aplaudimos.

En esta tercera reunión de los Estados Parte, nos encontramos una vez más en una coyuntura crítica, con tensiones mundiales cada vez mayores, crisis humanitarias en muchas regiones del mundo, un empeoramiento de los efectos del cambio climático y una mayor amenaza del uso de armas nucleares. En nuestro trabajo continuo contra estas amenazas existenciales, la abolición de las armas nucleares no puede ser un objetivo lejano; es un requisito para nuestra supervivencia colectiva.

Este año se conmemora el 80º aniversario del horrible bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki. Recordamos solemnemente y honramos a todas las personas hibakusha, que han sufrido un inimaginable dolor como resultado de tan inhumanas armas. Celebramos que Nihon Hidankyo haya recibido el último Premio Nobel de la Paz por su inquebrantable liderazgo y valentía en el camino hacia un mundo sin armas nucleares. Aprovechando la mayor concienciación mundial sobre las devastadoras consecuencias de las armas nucleares, debemos impulsar el progreso tangible hacia el desarme nuclear.

Como personas de fe, rezamos. Rezamos para que nunca se vuelvan a utilizar armas nucleares. Rezamos para que quienes han visto afectadas sus vidas por tan horribles armas reciban ayuda y reparación lo antes posible. Rezamos para que todas las naciones despierten de la locura de la lógica de reclamar su propia seguridad a costa de la supervivencia de la humanidad y de nuestro planeta, y elijan el camino de la abolición nuclear.

Pero nuestras oraciones no son ideología abstracta o ilusiones. Nuestras acciones son nuestras oraciones, como han demostrado muchas personas de fe valientes, que se han levantado contra las armas nucleares y han dicho la verdad, porque realmente creían que su fe exigía tales acciones. Y por eso nosotras, como comunidades religiosas, unimos hoy de nuevo nuestras voces.

Como comunidades religiosas, afirmamos el TPAN y celebramos este Tratado que señala el rechazo moral, legal y práctico del mundo a las armas nucleares. Nos unimos a sus esfuerzos para universalizar y aplicar el Tratado.

Nos solidarizamos con las víctimas y las personas supervivientes, reconociendo el profundo sufrimiento del colectivo hibakusha, de las comunidades indígenas afectadas por los ensayos nucleares y de quienes han sufrido las consecuencias de la carrera armamentística nuclear. Sus testimonios muestran su capacidad de resistencia y un claro llamamiento a la justicia.

Nos comprometemos a una colaboración interreligiosa para educar, defender y movilizar a nuestras comunidades en apoyo del Tratado y del objetivo más amplio de la abolición nuclear. Afrontaremos la apatía, la ignorancia, la impotencia y el silencio a través del trabajo basado en nuestro compromiso espiritual. La voz moral de esta espiritualidad colectiva es vital para conformar la opinión pública mundial y reforzar las normas contra las armas nucleares.

Elogiamos el liderazgo de los Estados Parte del TPAN y les instamos a aplicar el Tratado con integridad, garantizando la transparencia, la responsabilidad y la inclusión en sus procesos. Animamos a cada Estado Parte a seguir invitando a otros Estados a unirse a este trabajo, a participar en el proceso de desarme nuclear a medida que universalizamos el Tratado.

Instamos a todas las naciones, en particular a las que actualmente poseen armas nucleares o están bajo su paraguas disuasorio, a que se adhieran al Tratado sin demora, para formalizar el compromiso de que no se puede ganar una guerra nuclear y de que nunca se debe librar.

Dirigiéndose a la Asamblea General de la ONU en 1998, Nelson Mandela declaró: «Debemos hacernos la pregunta, que puede sonar ingenua a quienes han elaborado sofisticados argumentos para justificar su negativa a eliminar estas terribles y aterradoras armas de destrucción masiva: en todo caso, ¿por qué las necesitan?».

El futuro de la humanidad es un mundo sin armas nucleares. Estamos hoy aquí, gracias a esta visión compartida, y no podemos ser complacientes mientras nuestro mundo se dirige hacia su destrucción.

La fe nuclear es una fe que asegura la muerte; sin embargo, buscamos una fe que conduzca a la vida.

Os invitamos a uniros para conectar de nuevo con vuestra brújula religiosa, espiritual y moral, e imaginar con valentía el futuro que queremos para cada persona y para las generaciones venideras. Despertemos a la verdad de que todos los pueblos estamos conectados, de que no podemos construir la seguridad a costa del dolor y el sufrimiento de los demás. Asumamos cada persona la plena responsabilidad de marcar el comienzo de ese futuro, porque no hay alternativa.